Aviso para hombres que quieran deslumbrar a una mujer:
mirad, chicos, lo de llevarnos a un restaurante de lujo, con camarero de
almidonado vestido de negro y pajarita, está un poco desfasado. Ahora lo que toca es que os gastéis la pasta
en un bistró o a un gastrobar. Ojo, que
lo de que pagáis vosotros sigue en plena vigencia, porque la revolución
feminista es otra cosa que no tiene nada que ver con la cuenta de la cena. Dad
gracias porque los gastrobares son más baratos, en realidad son la versión
asequible del restaurante de autor. Con la crisis, a los grandes chefs les ha
pasado como a los diseñadores de moda, han tenido que abrir líneas más
asequibles con menús más sencillos. El éxito ha sido tal, que más de un
cocinero puede mantener el restaurante de lujo con lo que saca de los
gastrobares. Lo mismito que las firmas de moda.
Dice Cuchita Lluch, que de esto sabe un rato porque para
algo es presidenta de la Academia Valenciana de Gastronomía, que estos nuevos
formatos han hecho que los grandes cocineros pongan los pies en el suelo, “utilizan
todo su saber hacer aplicando técnicas nuevas a cocina sencilla y tradicional,
a las tapas, a platos menos sofisticados”. Es como el punto intermedio entre un
restaurante y un bar, producto de mucha calidad pero menos elaborado, puedes
tomarte unas sencillas croquetas, un plato de pescado o carne pero con las
técnicas más novedosas.
Los gastrobares también se adaptan a un nuevo estilo de
vida. Eso de ir a un restaurante fisno donde tienes que ir elegante y apenas
puedes levantar el tono de voz resulta cada vez más aburrido, es como un plan
de nuestros padres. Lo que apetece es ponerse vaqueros e ir a un restaurante
informal, donde puedes contar un par de chistes con tus amigos sin que se
escandalice la mesa de al lado. Ricard Camarena le llamó “Canalla Bistro”
precisamente por eso, porque son sitios con un punto canalla más juvenil, pero
con comida para adultos.
Uno de los pioneros en esto del gastrobar fue Quique
Dacosta, que abrió vuelve Carolina para tomar tapas de las buenas; luego vino
Canalla Bistró, de Ricard Camarena, y el último en abrir ha sido Valen&Cia,
de Valentín Sánchez Arrieta, el chef de
Leisuri.
La inauguración de Valen&cía reunió a más de
cuatrocientos invitados, entre ellos Cuchita Lluch, Alfredo Esteve, Javier
Monedero, Bea Pechuán, el director general de Llanera, Kako de Pachá, Alfred
Garcia de Torremar, Tonino, Juana Camps, Gabí Marí, Bernardo y Mónica de la
joyería Rabat, Merche Brandez de Arrocería Duna, Toni Testón, Carmina Baraja,
de Unidad Editorial, Natalia Segrelles con Pablo Olmo, Coté Soler y Juan Carlos
Ferrero, que estos días anda con líos en su hotel porque se le va el cocinero
Paco Morales.
En la fiesta hubo música de jazz y barra de cócteles con
Ivan Talens preparando gin tonics con Ginebra N Gin Vlc, mojitos y champagne
Moet Rosé de Dicoval. La noche acabó con Manu Sánchez pinchando música de la
época de Distrito 10
En el menú de Valen&Cía, decorado por Gerardo Almenar,
hay platos de atún rojo de almadraba, verduras ecológicas traídas directamente
del campo, hamburguesas de carne vacuna gallega y una selección de arroces a
mediodía. “Cocina sincera, producto esmerado y las mejores materias primas”,
dice Valentín.
El último paso en la democratización de la alta gastronomía
es la barra de bar de diseño. Quique Dacosta ha abierto El Mercat, donde puedes
comer un menú de lo más apañadito por 15 euros, y Ricard Camarena ha abierto Central
Bar en el Mercado Central, donde puedes tomar gambas, ostras, esgarraet y otros
productos del mercado con el sello de un gran cocinero, vamos, la sofisticación
barata. Y el no va más son las hamburguesas de autor. El dueño de Café Alameda,
Tico Corrons, acaba de abrir Valenburguer en la calla Guardia Civil con
hamburguesas gourmet hechas de la mejor carne gallega.