lunes, 19 de enero de 2015

Epistemología del bolso

Hay temas banales que en la mente de algún pensador zumbado darían para largos ensayos. Por ejemplo la fascinación de los hombres por las bolas. Cualquier cosa que se pueda hacer con una pelota, independientemente de su tamaño, despierta a cualquier hombre de su siesta. Yo lo dejo ahí. Otro es el de los bolsos. ¿Qué es un bolso?, se preguntaría nuestro hipotético pensador. En principio, solo una bolsa de mano donde guardar objetos personales. Pero detrás hay mucho más. Posición social, preferencia estética, personalidad y últimamente más de una carrera política en juego. Esta semana, cuando a la diputada autonómica Elisa Díaz la acusaron de vivir en una casa pagada por el constructor Enrique Ortiz, se defendió enseñando su bolso. Elisa puso sobre la mesa su viejo bolso de Mango comprado en un outlet, como demostración de sus estrecheces. Es como si un diputado hubiese llevado a los periodistas a un parking a enseñarles su viejo Panda del año ochenta. Las tiendas de bolsos deben estar cabreadas. Si una diputada autonómica que está en la élite social luce un bolso de diez euros y más de diez años, ¿a qué podemos aspirar las mujeres del pueblo? ¡Vaya faena le ha hecho Elisa al resto de cargos políticos de esta Comunidad! A ver quién es la guapa que a partir de ahora saca a pasear, no ya un bolso de Hermès o Vuitton, sino uno de Zara de temporada.
Es la puntilla que le faltaba a la clase política. Después de un lustro de desprestigio, ahora resulta que llevar un bolso de firma despierta suspicacias y críticas. Casi mejor dedicarte a cualquier otra cosa. Si eres comadrona, nadie va a cuestionar cómo has pagado tu bolso. Laura Fitera, que no es política y no tiene que rendir cuentas ante nadie, lucía esta semana una cartera de mano de Chanel de la colección Lego en la inauguración del hotel Balandret, una de esas citas que antes frecuentaban los políticos y en las que ahora no se dejan ver.
¡Cómo ha cambiado el cuento! En los años de la locura no había fiesta ni evento social que se preciase que no contase con una nutrida representación de políticos, que a su vez eran el centro de atención. Ahora hay pocos, y los pocos que hay están más ninguneados que un conseller en un ministerio. La fiesta estuvo de lo más apañada. Buen ambiente, jamoncito y vinito a tutiplén, música para todos los gustos (un cuarteto de música clásica y la pareja de DJ’s de moda) y suficiente espacio para no sentirte agobiado.
 
El Hotel está en el Paseo de Neptuno, frente al mar. Era uno de esos restaurantes de toda la vida, reconvertido en un hotel boutique de veinte habitaciones de lo más coqueto decorado por Carlos Serra, de El Mercader de Indias. A la fiesta fueron los diseñadores Adrián Salvador de Siemprevivas, Noelia Navarro y Miguel Vizcaíno, Carmina Durán, Isabel Cosme, Mª Dolores Enguix, Encarna Roig, Guillermo Martorell, el siempre encantador Javier Monedero, el pintor Jarr, Eva Marcellán, Amparo Mortes y Vicente Lacomba, Rocío Bacharach y Amparo Ortuño. Entre los no habituales, el diseñador Jaime Hayón, responsable del cambio de imagen de Lladró, con su mujer, la fotógrafa Nienke Klunder.
También estaba el joyero Vicente Gracia, que repitió esta semana en la inauguración de Las Cervezas del Mercado, en la planta baja del Mercado de Colón. El sitio es idóneo para aquellos hombres que primero entendían de vino y luego de aceite, aprendan ahora cuatro cosas sobre la cerveza con la que dar la tabarra. Ya me los estoy viendo: “esta tiene sabor a cebada rancia con lúpulo de maíz” a lo que otro contesta, “no, más bien lúpulo de arroz, ¿no lo notas en el retro paladar?” Y tú los observas con la mirada perdida mientras piensas, joder, qué bolso tan chulo lleva aquella chica, ¿dónde lo habrá comprado, cuánto le habrá costado, quién se lo habrá regalado?

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