lunes, 26 de junio de 2017

Pese a todo, la gente sigue casándose

Francis Montesinos es como los juncos. Por muchos reveses que le da la vida, siempre vuelve a levantarse. Esta semana ha presentado su nueva colección de vestidos de novia.
Las bodas han hecho un viaje de ida y vuelta. Nuestras madres se casaban para tener una familia. Nosotras lo hicimos para vivir con nuestra pareja sin necesidad de ir escondiéndonos en viajes que decíamos hacer con nuestras amigas, cuando en realidad nos íbamos con el novio. Vivíamos en pecado a espaldas de nuestras madres que hacían la vista gorda. Ahora que ya nadie se esconde para vivir con su pareja sin haber pasado por el juzgado o la vicaría, la gente vuelve a casarse para fundar una familia. Cuando llega la hora de la verdad, cuando van a tener hijos, es cuando los jóvenes de ahora sienten la necesidad de oficializar su compromiso. Bien mirado es mucho más honesto. Antes se casaban para hacer “lo prohibido” sin cargo de conciencia. Nosotras nos casamos para hacerlo con libertad, de lunes a domingo y no sólo los fines de semana. Ahora ya no hay nada prohibido y los que se casan lo hacen sin otro apremio que el de pasar la vida juntos. Quizás todo esto haya llevado a una extremada sofisticación de las bodas; la celebración ya no es un trámite necesario, ya no hay prisa, no vale con cualquier cosa. Si no se hace este año, se hará el que viene. Si antes la decoración se limitaba a las flores, ahora son puestas en escena dignas de un director de arte. Aquí es donde entran en acción las wedding planners, que se ocupan de tematizar tu boda. Te encargan un logotipos con las iniciales de los novios, que se estampan en los tarjetones, las minutas y hasta las servilletas y manteles. Las mesas ya no se numeran del 1 al 20. Ahora suelen tener nombres alegóricos, ya sean de flores, óperas o tipos de viento. Aquellas cajitas de bombones que se daban de recuerdo son ahora regalos personalizados, zapatillas de esparto para que te quites los tacones y bailes. Por supuesto no falta la mesa con chuches (Candy bar), las guirnaldas, las flechas con corazones, los carteles de madera decapada y las frases románticas que tu Pepe no te susurra al oído desde hace unos veinte años más o menos. Todo ideal, pero que conste que las chicas de la EGB fuimos las primeras en revolucionar la estética del bodorrio. Nosotras fuimos las que empezamos a abandonar aquellos salones de bodas, banquetes y comuniones decorados al estilo Falcón Crest con arcos y columnas de escayola. Buscamos entornos más naturales: fincas y haciendas perdidas en el campo rodeadas de naranjos, en donde todo era mucho más bucólico y con ese aire hippy que habíamos mamado en la cuna.
Francis Montesinos ha visto pasar a muchas novias por los probadores de su taller. Desde aquellos años en los que trabajaba con Valentín Herráiz en el primer piso de la tienda del barrio del Carmen, ha tenido días gloriosos, como el desfile en la plaza de toros de las Ventas ante más de 15.000 personas y otros muy críticos, como cuando perdió su propia marca y casi tiene que empezar de cero. Pero ahí sigue, al pie del cañón, aunque cerró la tienda, abrió taller de costura a medida y presenta colección cada temporada en la Fashion Week de Madrid. Además, mantiene varias licencias, desde ropa de cama, hasta vino, muebles o fundas de móvil. Últimamente se ha embarcado en aventuras tan curiosas como diseñar una colección para Gene Simmons, el bajista del grupo Kiss, o prestar su imagen y dedicar su último desfile para una campaña del principado de Asturias. ¡Hay que verlo escanciando sidra y escuchando a los gaiteros! Y así, sin perder la eterna sonrisa, Francis presentó este jueves su colección de novias en la tienda Atelier. Allí estuvo su inseparable Kike León, que puso la decoración floral; el joyero Vicente Gracia, su amigo Josevi Plaza y la modelo que siempre cierra sus desfiles vestida de novia, Sara de Antonio. Los vestidos de novia de Francis son románticos. Los hay con cuello halter y palabra de honor, con tejidos clásicos como el mikado de seda o el tul y también de organza de seda, uno de los tejidos que el diseñador utiliza para crear delicadas mangas japonesas y faldas de capa con mucho vuelo y cola.