Lo que pasa en la sociedad valenciana se queda en Valencia.
Lo mismo que lo que pasa en Zaragoza, Oviedo, Bilbao o cualquier otra provincia
española. Es como se más allá de la M-30 todo fuese un páramo desde el punto de
vista del glamur. Sólo se salva Sevilla, que de vez en cuando se deja notar en
la vida rosa española. Eso está feo, muy feo.
Necesitamos algo así como un lobby de la vida rosa. Un grupo
de presión que se plante en Madrid a reivindicar el glamur provinciano, que no
es menos glamuroso que el de la Villa y Corte. Es cierto que allí tienen casa y
hacen vida duquesas, marquesas, baronesas, actrices, modelos y demás
celebrities. Pero está feo desatender al resto. Es como si no invitases a una
amiga a tu fiesta de cumpleaños porque no tuviese casa en Xàbia o Benicassim.
El lobby podría llamarse Plataforma cívica por la defensa del
glamour valenciano. La presidenta podría ser Mayrén Beneyto, capaz de reunir en
su salón a lo más granado de la alta sociedad y apellidos ilustres. De
portavoz, Laura Fitera, ya me la veo en las tertulias del corazón explicándole
a Carmen Lomana cómo se organiza una fiesta. Habría que integrar a Cuchita
Lluch, que se ocuparía de las relaciones públicas. Ya se encargaría ella de
poner en el lugar que les corresponde no sólo a los cocineros valencianos, sino
también a los actores, diseñadores y hasta peluqueros. También podríamos
incluir a algún hombre, aunque solo sea para que no se sientan discriminados en
su cuota de participación.
La idea me ha venido
a la cabeza porque esta semana un grupo de fotógrafos, diseñadores y gente del
mundillo creativo ha montado un lobby para intentar que su trabajo tenga
proyección fuera de Valencia. Hace falta, porque desde los ochenta, cuando
Valencia rivalizó en la movida con Madrid y Montesinos llenó la plaza de toros
de las ventas en 1985, no hemos tenido más que una presencia testimonial.
Si nuestro glamour estuviera bien posicionado, los cronistas
de los Goya habrían explicado que el vestido que llevaba Rosalía es del
diseñador valenciano Juan Vidal, una de las eternas promesas de la moda
española. Y que otra actriz, Eva Marciel, iba espectacular con un vestido de la
diseñadora Isabel Sanchís. Y que Lorenzo Remohí, pareja de la influencer Marta
Lozano, llevaba un esmoquin de Blackcape, una firma valenciana. Y que una de
nuestras peluqueras, Amparo Sánchez, ha ganado el goya al mejor maquillaje y
peluquería, ¡toma ya!
Por lo pronto, los creativos ya han montado su lobby. Lo
presentaron el jueves y lo han bautizado como “Creative Mafia”. Entre sus
filas, están las diseñadoras Anaïs Vauxcelles, Marta Llorens e Isabel Casilda
Rincón de Arellano; las fotógrafas Sonia Sabnani y Beatriz Tafaner; los
periodistas Eduardo Jayricovich, Marta Handrich, Guillermo Arazo y Ángela
Valero de Palma; los influencers Amparo Angoso, Didi de Diego, Enol Blasco y
Nuel Puig; la modelo Tamara Caravaca, los maquilladores Wild Van Dijk y Gala
Phillipe y artistas como Guillem Chanzá o Nacho Errando.
En la mafia creativa podrían entrar muchos más valencianos.
Por ejemplo las profesionales del grupo de mujeres “Entre nosotras”, que
celebró esta semana uno de sus encuentros. O el relaciones públicas Jota que
estuvo estos días en NY acompañando a Palomo en el desfile que abrió la semana
de la moda. O el ilustrador Paco Roca, que el viernes participó en el festival
solidario organizado por la Fundación Infantil Ronald, donde actuó además el
cantante de Seguridad Social José Manuel Casañ, el cantante de Revolver Carlos
Goñi y presentó el diseñador Diego Ruiz de la Torre, MacDiego.
Por lo demás, la vida social valenciana anda todavía medio
dormida. Menos mal que ya empiezan a llegar las invitaciones para ver la
mascletá. Mientras, nos queda la vida cultural. El miércoles se estrenó en el
Olympia la obra de teatro Todas las noches de un día. Sólo por ver a Carmelo
Gómez ya vale la pena, ¡qué guapo, encantador e interesante es este actor!
Normal que al finalizar la obra se agolpasen en la puerta un montón de señoras
para sacarse una foto con él.