De pronto un día llegas a casa y tu Pepe está acurrucado en
el sofá, tapado con una manta y con los ojos llorosos. Le preguntas qué le
pasa; él te mira fijamente, tratando de contenerse, pero no lo puede evitar y
rompe a llorar como una magdalena mientras te asegura una y mil veces que no le
pasa nada, sólo que está “plof”. Tú le entiendes perfectamente, porque a ti te
ha pasado más de una vez, y a tu hija, a tus amigas… Pero ¡a tu Pepe!, a él
sólo le has visto llorar en situaciones extremas, con un llanto contenido y
breve. Te escabulles como quien va a la habitación a ponerse cómoda y vuelve
enseguida para hablar con él. Pero antes de volver llamas a una amiga psicóloga
y ella te lo explica: sí, eso ahora pasa mucho, es la nueva masculinidad. ¿Qué
me estás contando? Como lo oyes, es el nuevo hombre que ya no oculta sus
sentimientos, ni se muestra como un bastión de fortaleza en las situaciones
difíciles. Cuelgas y no sabes qué hacer, si ir a consolarle dándole besos o
llamar a tu abogada e iniciar cuanto antes los trámites del divorcio.
La lucha feminista tiene un reverso al que la mayoría de
mujeres no nos hemos enfrentado. Es el nuevo hombre y tenemos que aprender a
enamorarnos de él. Se mostrará vulnerable, pejiguero con sus cremas y cosas de
aseo, indiferente si su sueldo es la mitad que el nuestro, incluso orgulloso de
que así sea, pendiente de que no falte jabón para la lavadora y dispuesto a
sacrificar la final de fútbol de su equipo para que nosotras veamos un capítulo
de nuestra serie. ¡Ahhh, nadie nos ha preparado para esto!
Mientras ellos andan perdidos buscando su nueva identidad y
nosotras expectantes ante lo que se nos pueda venir encima, el feminismo sigue
conquistando cotas de poder. Esta semana, las mujeres han protagonizado varias
demostraciones de poderío.
La primera fue el martes. Fuvane, la Fundación para
el apoyo de niños con parálisis cerebral, organizó una comida benéfica para
mujeres en el Ateneo y la respuesta fue abrumadora: 320 mujeres de todas las
edades, unidas por una buena causa. María José Albert, una de las organizadoras
junto con Mayayo Gómez Lechón, Susana Pérez Manglano, Santi Aguilar, Toya
Marco, Beli Botella y Begoña Ciscar, dijo que gracias a acciones como ésta se
podía mantener un servicio de logopedia para los niños. Es imposible citar a
todas las mujeres que fueron, pero estaba la sociedad femenina valenciana al
completo: Nidita Guerrero, Mª Angeles Fayos, Mayrén Beneyto y su hija Irina
Manglano, Mamen Rivas, Laura Fitera, Amparo Lacomba, Ana Peris, Sela Falcó,
Asun Palop, Victoria Liceras, María José Navarro, Asunción Barberá…
¡Más poderío femenino! el de Carmen de Rosa en el Ateneo
Mercantil, ¡qué mujer! Ahí está al frente de una de las instituciones
tradicionalmente masculinas sin parar de organizar eventos. El último fue una
cena de gala que se celebró el sábado como homenaje a las damas de la Corte de
Honor del Ateneo.
Los balcones del Ateneo son uno de los lugares más
privilegiados para ver la mascletá. Por allí han pasado las fuerzas vivas de la
ciudad, el ejército, las amas de casa, los políticos y, cómo no, el grupo del club
Moddos: Marcelo Soto y María Dolores Enguix, Anna de Blas y Fermín García,
Jorge Alcocer, Guillermo Martorell y Mamen Puchades, Begoña Albert, Lluís
Llopis, María Dolores Pérez Lis y Cristina Pérez Broseta, Juanjo García Rivera,
Luz Aguiló y José Luis Gandía, Javier Monedero, Enrique Duart, Lluís Nadal,
Inés Tordera y el presidente del Club Josep Lozano.
La mujer también fue protagonista en el aniversario de un
restaurante mejicano del centro de Valencia. El diseñador Valentín Herráiz creó
varios vestidos inspirados en Frida Kahlo para la ocasión y estuvo en el cóctel
junto a amigos como la familia Duato, el joyero Vicente Gracia y Mónica Jareño,
Julia Pérez Broseta, Jaime Navarro, la interiorista Verónica Montijano, la
nutricionista Elisa Escorihuela y como anfitriones Elena Gutiérrez y su padre
Emilio, que vino adrede desde Méjico.