Esta semana han reabierto dos de las sociedades con más
solera de Valencia: el Casino de Agricultura y el Ateneo Mercantil. Ambos
tienen salones nobles, techos con artesonado y paredes forradas de madera. Son
de los pocos vestigios de una época en la que ordenanzas uniformados y con
gorra te daban los buenos días hablándote de usted y añadiendo un Señor antes
del apellido, como en los Ministerios. Antes un ministro también era un señor de
una cierta edad, serio y circunspecto, con un lenguaje que denotaba un origen
ilustre o de alto funcionario del Estado. Claro que eso era antes, ahora una
ministra puede decir Jo tía como si fuera tu hija adolescente y no pasa nada,
tía.
El lenguaje de la ministra Irene Montero no es más que un
reflejo de un mundo de adultos que quieren seguir siendo adolescentes. Antes, hace
años, las muletillas delataban con precisión milimétrica a que segmento de edad
pertenecías. Por ejemplo, de jovencitas no había frase que no metiésemos la
palabra “molar” o “jopeta”. Pero en cuanto comenzabas a trabajar y entrabas en
el mundo adulto, dejabas de usarlas. Ahora cada vez es más frecuente escuchar a
cincuentones decir “cómo mooooola” o “joooooooo” vestidos con las mismas
deportivas que llevan sus hijos. Y no pasará mucho tiempo antes de que
incorporemos la expresión “en plan”, esa que utilizan nuestras hijas tanto para
un roto como para un descosido. Ejemplos: “Me he comprado un vestido ideal y
súper bien de precio, en plan 15 euros o así”. O bien: “esta noche hemos quedo
para cenar en casa, en plan tomar unas pizzas.
Afortunadamente todavía quedan templos guardianes de la
tradición y las buenas maneras. Ahí están en Casino y el Ateneo, manteniendo
las buenas maneras y la formalidad en el trato. No me imagino a Carmen de Rosa
diciendo: “jo, tía, qué guay que vuelvan los socios en plan normalidad”.
Tampoco me veo a Sara Joudí, la directora de la galería
Shiras, o a Susana Lloret, de Bombas Gens,
recibiendo a los visitantes de una exposición con expresiones del tipo:
“cómo mola veros en la inauguración, o sea, es que mola mogollón”. A ninguna de
estas mujeres es fácil pillarlas en un renuncio porque en su entorno más
coloquial tampoco utilizan ese lenguaje.
Las galerías de arte y los museos son una parte importante
de la vida social valenciana. Muchas de ellas abrieron de nuevo la semana
pasada: Luis Adelantado con una exposición colectiva de Björn Braun, Alex
Cecchetti, Julie C. Fortier, Helen Mirra y Jorge Peris; el galerista Vicente
Torres el viernes con una expo de Cristina Chumillas; Bombas Gens con una de
Ana Femenía y Sara Joudí con ‘Lockdown collective’ (confinamiento colectivo),
con obras de Miquel Navarro, Rosa Torres, Horacio Silva, Juan Olivares, Cristina
Gamón y Josep Tornero. No hay cócteles de inauguración, pero al menos empezamos
a recuperar la agenda, que ya es mucho.
Esta semana también han vuelto a su actividad las hípicas.
Javier Martínez Rubio pudo montar a su caballo Sombra después de semanas sin
verlo. Normalmente lo tiene en la Hípica de Valencia, pero estos días estaba en
Bétera. También la abogada especializada en marcas Carolina Sánchez Margareto
se ha reencontrado con su caballo Nickel en una finca privada de Casinos.
La vida social valenciana se va recuperando semana a semana.
De las comidas familiares, como la de Ximo Ros con sus padres Joaquín Ros
Bonafé y Conchín Navasquillo, pasamos a las cenas con amigos, como la Patrick
Landrix, Trinuca Larraz, Bea Castelló y el DJ Manolo Mínguez, que pinchará en
la terraza del Casino de Agricultura en cuanto Fernando Aliño la tenga a punto,
¡qué ganas!