Noche de viernes. Cenando en una de las mejores casas
solariegas de la Marina, en una de esas casonas que levantaba la gente de
familia ilustre en la época de esplendor de la burguesía valenciana.
Varios corrillos en el jardín. En uno se habla, como no, de
política. Otros hablan de las olimpiadas, otros del Valencia y en una de esas mesas,
aprovechando un silencio, una de nosotras saca un tema: el vestido del eldense Juan Vidal que llevó Letizia en la recepción en Mallorca. ¡Buahh,
fantástico! Por fin los tres hombres que había en la mesa se quedaron callados.
Lo único que sabían era quién es Letizia, pero ninguno tenía ni idea de quién
es Juan Vidal. Más de una hora sin poder entrar en la conversación, se les
comían los demonios. Alguno con disimulo entra en google a ver si descubre
quién es Juan Vidal, si diseña vaqueros, zapatillas o vestidos de fallera. Solo
dos hombres participaban en la conversación, Adrián Salvador y Lucas
Zaragosí, diseñadores de Siemprevivas. Los otros tres por fin estaban
sufriendo lo que nosotras sentimos cada vez que Leo Messi o Neymar aparece en
la conversación.
El corrillo fue ampliándose con nuevas incorporaciones.
Ellos intentando llevarse la conversación a la política o al papel de la
Corona. Pero eso no le interesaba a nadie. Ahí estábamos a lo que estábamos. A
por qué Letizia había tardado tanto en vestir de un diseñador valenciano; a los
problemas de Juan Vidal para vender su colección a pesar de las piezas tan
chulas que hace y la cantidad de premios que se ha llevado; a desentrañar las
razones que llevaron a la Reina a elegir unas sandalias preciosas de Magrit que
no eran lo más apropiado para un verano en Mallorca. Con lo mona que hubiera
estado con unas zapatillas de esparto con plataforma.
El debate se animó cuando alguien recordó que para la
entrega de los Premios Nacionales de Moda Letizia llevó un vestido de Zara de
hace dos temporadas, error que probablemente quiso reparar vistiendo de Juan
Vidal, premiado el año anterior.
La conclusión unánime es que Letizia no acaba de encontrar
su estilo y que necesitaría impregnarse del aire y la estética Mediterránea.
Tiene que relajarse un poco, no hace falta ajustar tanto el talle del vestido,
ni lucirlo hierática como para salir en el photocall. Un poco de desmelene y
más moda española, que tenemos diseñadores como Juan Vidal, Siemprevivas o Del
Pozo que hasta viste a la mismísima Michelle
Obama.
La cena era en casa de Mayrén
Beneyto aunque la organizaba su nuera Eva
Marcellán. En la conversación estaban las dos anfitrionas, las periodistas Elena Meléndez y María Cosín, la cirujana plástica Isabel Moreno, los diseñadores de Siemprevivas y los tres hombres.
Mientras nuestros hijos se desmelenan este fin de semana en
el Medusa festival de Cullera, escuchando música de DJ, nosotras estábamos
anoche en la discoteca La Hacienda de Xàbia donde actuaba Nacha Pop. Y ahí
estaba más de una, con un ojo en el wasapp por si tenía noticias de los niños y
el otro ojo en la pista a ver si por alguna de aquellas se dejaba ver Ximo Puig que ha estado por aquí estos
días, paseando por el Arenal y subiendo al Montgó. Buaaa, mi vida por echarme
unos pasos de baile con el President de la Generalitat al ritmo de Chica de
ayer.
Xábia sigue siendo el centro de la vida social en verano.
Este fin de semana habrá mercadito en Montgo Di Bongo y esta tarde habrá un
cóctel de la joyería De la Concepción en el Parador para celebrar los
veinticinco años de la presentación de sus joyas en Xàbia. Hay una exposición
que recoge la trayectoria de la joyería y una selección de joyas que ya han
pasado a ver empresarios como Federico
Félix y su mujer María José Labech
o Vicente Lladró con su mujer Amparo.
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