lunes, 29 de agosto de 2016

Tardes de nostalgia

Los últimos días del verano son presa fácil para la nostalgia, que es uno de los mejores antídotos de la felicidad. Los días acortan, las noches refrescan, y los gintonics apenas alegran unas tardes que son propicias a hacer balance de la vida, es entonces cuando te invade la nostalgia y sin apenas darte cuanta estás tarareando aquello de “(…) El final del verano, llegó y tú partirás…”. El siguiente paso es recordar a Chanquete, al Piraña y a Pancho. ¡Uff!, que bajón, cuántos años hace de aquello: ¿veinte?, no ¡qué va!, más, muchos más, casi cuarenta.
Y ahí te quedas, sentada en la cafetería de tu lugar de veraneo, tomando tranquila uno de tus últimos desayunos del verano. Ojeas el periódico, y de pronto aparece Terelu Campos en la portada de LOC. La ves y te sientes reflejada, ella es como tú: también lloró como tú por la muerte de Chanquete y también, como tú, vive permanentemente a dieta sin que jamás consiga entrar en unos pantalones de la talla treinta y ocho. Entonces miras el cruasán del que por ahora sólo te has comido un cuerno y piensas, ¿qué hago, me lo como o lo dejo ahí como a quien no le apetece más, aunque en realidad lo que me pide el cuerpo es acabar con ese y pedirme además un trozo de coca de llanda?
En realidad nadie sabe muy bien a qué se debe esta obsesión nuestra por la talla treinta y ocho; a la mayoría de los hombres les gustan más las modelos curvy que las top models. Prefieren a Sofía Loren, Marilyn Monroe o a Brigitte Bardot, en sus buenos años, que a Kate Moss. Ellos quieren curvas, esta obsesión por convertir nuestros cuerpos en réplicas del palito de un polo sólo responde a diseñadores que piensan más en la ropa que en la mujer.
Así es que la semana que viene, que es la de los propósitos para el nuevo curso, habrá que plantarse de una vez ante el reto de perder peso, que encima, a partir de cierta edad, sólo sirve para envejecer la cara porque se acusan más las arrugas, lo cual nos lleva a la clínica de estética; y así entramos en un bucle que nos amarga la vida a cambio de nada.
¡Dios mío, qué comida de tarro, y todo por medio cruasán! Hay que hacer algo para levantar el ánimo, pero no es fácil en esta última semana del verano en la que todo parece ponerse en entredicho. Dejas a un lado el cruasán y con cierto disimulo te haces un selfie, a ver si te pareces algo a Terelu, cosa que no sabes si te alegrará o te hundirá aún más. Miras el resultado y ¡zas!, ahí está tu pelo: ese eterno enemigo con el que llevas toda la vida tratando de hacer las paces. El verano ha hecho estragos en tus carísimas mechas y lo que antes era un rubio dorado es ahora un color panoja tirando a naranja o, lo que es peor, un verde fosforito provocado por el cloro de la piscina.

La solución la tiene Carles Domínguez, uno de los peluqueros de Toni&Guy, que ha bautizado un nuevo término para la necesidad de cortarse el pelo o cambiar de color:  “peluquería emocional” y explica cómo  defiende que un corte de pelo o un nuevo tono pueden transformar radicalmente el estado de ánimo y que la peluquería puede ser más eficaz que el psicoanalista. Carles lo define como la “peluquería emocional”, 
Por lo demás, poco que contar: que el pequeño Nicolás ha estado en Xabia. Que el Fortuna, el exyate del Rey Juan Carlos, y que ahora se llama Foners, ha sido visto en Cala Sardinera. Que Ximo Puig ha estado en los Moros i Cristianos de Ontinyent y un concurso de mantones de Manila en Alginet, pueblo de Josep Lozano, que invitó al presentador Ximo Rovira, Alfredo Esteve, el artista Jarr, el fotógrafo de moda Zaibi, la interiorista Amelia Delhom y la experta en moda vintage María Ángeles Miguel. Y poco más, ya se sabe que la última semana de verano es para comerse el tarro y liquidar los últimos cruasáns.

(Foto: el empresario Manuel Palma a bordo del Foners)

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