lunes, 20 de noviembre de 2017

La dolce vita del pintor Enrique Senís-Oliver

De entre las miles de cosas que queremos enseñar a los niños, ¡pobrecitos míos!, una de ellas debería ser cómo atender a tus invitados. Queremos enseñarles a comer sano, a cepillarse los dientes todos los días, a invertir sus ahorros, a no ensuciar las calles, a plantar árboles… Pues ya puestos, una más, ¡qué más da! Y ojo, que ésta no es cosa baladí. Al fin y al cabo, educar consiste, en cierta medida en aprender modales para hacer la vida agradable a quienes conviven contigo. Así pues, deberíamos enseñarles que es una canallada organizar una fiesta y que sea un muermo, del que la gente quiera huir cuanto antes.
Un buen profesor de la asignatura sería el pintor Enrique Senis-Oliver. Sus fiestas de cumpleaños son míticas Valencia. Es el perfecto anfitrión junto con su pareja David W. Phillips, un productor musical que fue guitarrista de Barry White. Y además sus fiestas son divertidas, nada de esos cócteles muermos donde no te puedes mover del sillón.

Para empezar, su casa en el centro histórico parece sacada de una película italiana de Fellini, es una de esas casas nobles llenas de porcelana, pinturas, piezas de arte, vajillas antiguas y hasta un piano de cola. En la era del minimalismo, la moderación y la discreción, es genial entrar en una casa llena de madera, marcos de pan de oro y brocados color burdeos. Más aún si el anfitrión no escatima en lujos y prepara una mesa digna de una recepción real, llena bandejas de plata con exquisiteces como el roast beef, cordero al curry, gambas Puffie (receta de la tía Puffie de David), saté de pollo y un salmón al horno con salsa de tartar decorado por el propio pintor que estaba de exposición. Por supuesto que no faltó ni el champagne ni el buen vino ni la música en directo para amenizar la velada.
Los invitados recibieron un tarjetón a la antigua usanza, de cartón y con la dirección de puño y letra. El dresscode indicaba que había que vestir de blanco y negro, cosa que todos cumplieron. Ellas, en su gran mayoría, optaron por el vestido negro con un toque blanco en muchos casos una estola de pelo blanco. Así iban Laura Fitera, Carmen de Rosa, Alicia de Ansurias y María José Navarro.
Mayrén Beneyto optó por el blanco completo, con una chaqueta de corte Armani y una falda larga blanca. También Marisa Torrijos escogió un vestido blanco, largo por supuesto, como Toña Játiva.

De negro fueron Blanca Fitera –con un maquillaje muy trabajado inspirado en la película El cisne negro-, Marisa Marín, Maribel Soriano, Amparo Lacomba, María José Duart, Amelia Guich Lamo de Espinosa, Maribel Molina, Vitti Cayrols, Mamen Rivas, Maribel Soriano y May Pérez. La diseñadora Amparo Chordá llevó un vestido de seda bordada blanco con flecos de hilo de seda.
Fueron más de ochenta invitados. Entre ellos el joyero Antonio Romero con su mujer Rosa, José Francisco Ballester Olmos y Maribel Molins, Carmen y Amparo Roig Fillol, Manuel Castillo, José Soto, Elena García del Moral, Diego Molina y, entre los jóvenes, el diseñador Beto García, Anabel Noguera, Blanca Gadea Fitera y Jorge Blanquer.

Entre el grupo de caballeros, Francisco Ansurias (de negro), Agustín Diez de Cisneros (de blanco), Ramón Almazán, el empresario Juan Eloy Durá, Ricardo Falcó, el promotor Salvador Vila, el notario Ramón Pascual, el doctor Juan Antonio Murgui, Pepe Serra, Rafael Guía, Rafael Carmena, Juan Alfonso y Vicente Aguilar.
Senís ha tenido una vida de película. Con apenas 25 años se fue a vivir a Nueva York, donde se introdujo en la sociedad neoyorquina y asistió a las fiestas de Andy Warhol. En 1972, una rica hereda, Rebekah Harkness, le encargó la decoración del nuevo teatro de ballet frente al Lincoln Center. Después de este trabajo, el pintor se hizo tan famoso en NY que Salvador Dalí dijo en una entrevista que “la ciudad no era suficientemente grande para los dos”.

No hay comentarios: