Hoy es ese día del año
en el que te levantas, miras tus regalos, y decides cuáles te quedas, cuáles
devuelves y cuáles escondes en el armario porque te sabe mal devolver. Pero más
importante que lo que tienes delante, son los recuerdos de este día.
Foto: Vicente Gracia de Rey Mago
Esta mañana te has levantado. Has ido al comedor y te has
reencontrado con tus regalos. Ahí está ese colgante cursilón que te ha regalado
tu cuñada, se nota que lo compró anteayer a última hora en la única tienda que
quedaba abierta a las doce de la noche. Ese es el primero que pones en el
montón de “guardar para regalárselo a alguien, y quedar bien en el típico
compromiso que ni fu ni fa”.
Luego está el pañuelo
que te ha regalado lo Pepe y que recuerda a los que suele llevar su madre. No
lo puedes devolver porque si se entera, tendrá la excusa perfecta para no
volverte a regalar nada nunca jamás. Así es que el pañuelo se va al montón de “guardar
en el fondo del cajón más escondido del armario.”
El detallito chorra que trajeron tus hijos; al montón de “no
sé para qué quiero esto, pero me lo quedo”. Y así vas pasando, uno tras otro,
mientras apuras el café con leche. De vez en cuando, sólo muy de vez en cuando, quizás una vez
o dos veces en tu vida, ha aparecido uno que te ha emocionado, que te ha dejado
toda la noche sin dormir de lo feliz que te había hecho.
A la interiorista
Amelia Delhom le pasó con unas botas cuando era casi una adolescente. “Pedí
unas botas altas y ese año me trajeron las botas, vestido y el conjunto completo”.
Para Amelia, además, es una ocasión especial porque es el santo de su madre y
el suyo. “Esa noche nunca faltaba en mi casa el roscón de reyes y una celebración
con amigos, era una noche mágica cuya tradición he seguido y que trasladaré a
mis hijos”. Este año ha sido una excepción porque la noche de Reyes la he
pasado en Tailandia, aunque igualmente los Reyes han venido cargados”.
A la diseñadora Dolores
Cortés lo que se le ha quedado grabado en la memoria y en el corazón fue su
primera bici. Eran aquellos años en los que los niños nos tirábamos meses, a
veces incluso años, esperando el día en que nos regalasen una bicicleta, no
como ahora, que la tienen incluso antes de quererla. “Las muñecas también me
hacían ilusión porque les hacía vestidos con los retales del taller de mi
madre, aunque la bici fue la bomba. En la foto salgo enfadada porque me
obligaron a llevar sombrerito, ¡lo odiaba!”
Alfonso Manglano,
uno de los hijos de Mayrén Beneyto,
recuerda que con siete años aseguraba haber visto las pisadas de los camellos.
“Me gustaban mucho los coches y motos a los que les sonaban los motores, pero lo
que me volvió loco fue el Scalextric, aquello era el no va más”.
Pocas cosas hay en la vida tan gratificantes como ver la
cara de un niño al descubrir sus regalos la mañana de Reyes. Es un momento
fugaz, la quintaesencia de la felicidad, el encuentro del niño con la magia,
con su mundo imaginario en el que no hay sitio para el desengaño ni la
tristeza. Si hubiese que elegir un instante en el que detener el tiempo, muchas
elegiríamos ese en el que fuimos Reyes Magos.
Algunos han tenido la suerte de ser Reyes de verdad.
Alfredo Esteve recuerda con emoción el
momento en que se vistió de paje para visita a los niños enfermos en el
Hospital Pesset: “Yo soy muy llorón y lloré cuando recibí la foto con una niña
en brazos y un escrito de la directora del hospital que decía: la alegría debe
presidir todos nuestros actos; esta fotografía debería ser el espejo en el que
nos mirásemos cuando por cualquier razón la tristeza visitara nuestros
hogares”. Alfredo tiene previsto viajar hoy a Italia, invitado por la cámara de
comercio de Florencia para dar unas conferencias en el salon pitti uomo, la
semana de la moda masculina con más proyección.
El joyero Vicente
Gracia también tiene un bonito recuerdo del día en que se vistió de Rey
Mago para un cuento de navidad en el Palau de la Música. “Íbamos vestidos de
Francis Montesinos, con turbantes hechos por el dueño de la tetería Al Russafí,
un auténtico moro valenciano de Llaurí, y con joyas nuestras y atendimos todas
las cartas de los chiquillos”. En la foto está con su hermano Paco Gracia, su
cuñado Javier Botella. “Mi hermano lleva un collar que le cogió a mi madre y
parece la tía Paquíta. Fue un toque surrealista.” Vicente sigue celebrando los
Reyes y todos los años prepara una merienda en su joyería de la calle la Paz
para que vean la cabalgata clientes y amigos. “Además nuestro roscón de reyes
tiene joyas escondidas. Es el roscón más mágico de la ciudad y también el
tesoro mejor guardado de ella”.
Si ser paje es emocionante, ser Rey Mago de Valencia debe
ser la repera. El doctor Juan Antonio
Murgui lo fue en 1990, siendo alcaldesa Clementina Ródenas. “Visitamos a niños en hospitales, a los que
vivían en la cárcel de mujeres y la mirada ilusionada de los niños fue una de
las experiencias más entrañables de mi vida”. Los Reyes quizás sean el último resquicio de magia que queda
en nuestras vidas, todo lo demás ya no lo han explicado, siempre aparece un
listillo, un científico espabilado que te echa por tierra la magia. Ese vuelco
que te daba el corazón cuando veías al chico de tus sueños, no era magia era no
sé qué sustancia química llamada dopamina, que se acumula en no sé qué zona de
tu cerebro para enviarte estímulos gratificantes. Ale, te lo suelta así el
listo de turno y se queda tan ancho. Adiós a la magia del enamoramiento.
Pero con los Reyes Magos no ha podido nadie, no hay ciencia
que pueda contra esa sonrisa del niño al verse delante de Melchor, Gaspar o
Baltasar.
Carmen Alborch lo
recuerda bien. “El mejor recuerdo de estos días no fue ningún regalo sino el
momento en el que con mis amigas, íbamos a entregar la carta a los Reyes Magos.
“Melchor era nuestro preferido y siempre íbamos a verle en grupo, con otros
padres y vecinos”.
Nuestras vidas están llenas de regalos de Reyes poco
acertados, pero eso qué más da. Lo importante es la magia, el colofón a eso que
llaman espíritu de la Navidad. Es uno de los pocos, quizás el único, momento
mágico que queda en nuestras vidas. Al final lo importante de los Reyes Magos no son tanto los
regalos como los recuerdos que guardas de ese día.
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