lunes, 8 de enero de 2018

Grandes regalos, pequeños recuerdos

Hoy es ese día del año en el que te levantas, miras tus regalos, y decides cuáles te quedas, cuáles devuelves y cuáles escondes en el armario porque te sabe mal devolver. Pero más importante que lo que tienes delante, son los recuerdos de este día.
Foto: Vicente Gracia de Rey Mago
Esta mañana te has levantado. Has ido al comedor y te has reencontrado con tus regalos. Ahí está ese colgante cursilón que te ha regalado tu cuñada, se nota que lo compró anteayer a última hora en la única tienda que quedaba abierta a las doce de la noche. Ese es el primero que pones en el montón de “guardar para regalárselo a alguien, y quedar bien en el típico compromiso que ni fu ni fa”.
 Luego está el pañuelo que te ha regalado lo Pepe y que recuerda a los que suele llevar su madre. No lo puedes devolver porque si se entera, tendrá la excusa perfecta para no volverte a regalar nada nunca jamás. Así es que el pañuelo se va al montón de “guardar en el fondo del cajón más escondido del armario.”
El detallito chorra que trajeron tus hijos; al montón de “no sé para qué quiero esto, pero me lo quedo”. Y así vas pasando, uno tras otro, mientras apuras el café con leche. De vez en cuando, sólo muy de vez en cuando, quizás una vez o dos veces en tu vida, ha aparecido uno que te ha emocionado, que te ha dejado toda la noche sin dormir de lo feliz que te había hecho.
A la interiorista Amelia Delhom le pasó con unas botas cuando era casi una adolescente. “Pedí unas botas altas y ese año me trajeron las botas, vestido y el conjunto completo”. Para Amelia, además, es una ocasión especial porque es el santo de su madre y el suyo. “Esa noche nunca faltaba en mi casa el roscón de reyes y una celebración con amigos, era una noche mágica cuya tradición he seguido y que trasladaré a mis hijos”. Este año ha sido una excepción porque la noche de Reyes la he pasado en Tailandia, aunque igualmente los Reyes han venido cargados”.
A la diseñadora Dolores Cortés lo que se le ha quedado grabado en la memoria y en el corazón fue su primera bici. Eran aquellos años en los que los niños nos tirábamos meses, a veces incluso años, esperando el día en que nos regalasen una bicicleta, no como ahora, que la tienen incluso antes de quererla. “Las muñecas también me hacían ilusión porque les hacía vestidos con los retales del taller de mi madre, aunque la bici fue la bomba. En la foto salgo enfadada porque me obligaron a llevar sombrerito, ¡lo odiaba!”
Alfonso Manglano, uno de los hijos de Mayrén Beneyto, recuerda que con siete años aseguraba haber visto las pisadas de los camellos. “Me gustaban mucho los coches y motos a los que les sonaban los motores, pero lo que me volvió loco fue el Scalextric, aquello era el no va más”.
Pocas cosas hay en la vida tan gratificantes como ver la cara de un niño al descubrir sus regalos la mañana de Reyes. Es un momento fugaz, la quintaesencia de la felicidad, el encuentro del niño con la magia, con su mundo imaginario en el que no hay sitio para el desengaño ni la tristeza. Si hubiese que elegir un instante en el que detener el tiempo, muchas elegiríamos ese en el que fuimos Reyes Magos.
Algunos han tenido la suerte de ser Reyes de verdad.
Alfredo Esteve recuerda con emoción el momento en que se vistió de paje para visita a los niños enfermos en el Hospital Pesset: “Yo soy muy llorón y lloré cuando recibí la foto con una niña en brazos y un escrito de la directora del hospital que decía: la alegría debe presidir todos nuestros actos; esta fotografía debería ser el espejo en el que nos mirásemos cuando por cualquier razón la tristeza visitara nuestros hogares”. Alfredo tiene previsto viajar hoy a Italia, invitado por la cámara de comercio de Florencia para dar unas conferencias en el salon pitti uomo, la semana de la moda masculina con más proyección.

El joyero Vicente Gracia también tiene un bonito recuerdo del día en que se vistió de Rey Mago para un cuento de navidad en el Palau de la Música. “Íbamos vestidos de Francis Montesinos, con turbantes hechos por el dueño de la tetería Al Russafí, un auténtico moro valenciano de Llaurí, y con joyas nuestras y atendimos todas las cartas de los chiquillos”. En la foto está con su hermano Paco Gracia, su cuñado Javier Botella. “Mi hermano lleva un collar que le cogió a mi madre y parece la tía Paquíta. Fue un toque surrealista.” Vicente sigue celebrando los Reyes y todos los años prepara una merienda en su joyería de la calle la Paz para que vean la cabalgata clientes y amigos. “Además nuestro roscón de reyes tiene joyas escondidas. Es el roscón más mágico de la ciudad y también el tesoro mejor guardado de ella”.
Si ser paje es emocionante, ser Rey Mago de Valencia debe ser la repera. El doctor Juan Antonio Murgui lo fue en 1990, siendo alcaldesa Clementina Ródenas. “Visitamos a niños en hospitales, a los que vivían en la cárcel de mujeres y la mirada ilusionada de los niños fue una de las experiencias más entrañables de mi vida”. Los Reyes quizás sean el último resquicio de magia que queda en nuestras vidas, todo lo demás ya no lo han explicado, siempre aparece un listillo, un científico espabilado que te echa por tierra la magia. Ese vuelco que te daba el corazón cuando veías al chico de tus sueños, no era magia era no sé qué sustancia química llamada dopamina, que se acumula en no sé qué zona de tu cerebro para enviarte estímulos gratificantes. Ale, te lo suelta así el listo de turno y se queda tan ancho. Adiós a la magia del enamoramiento.
Pero con los Reyes Magos no ha podido nadie, no hay ciencia que pueda contra esa sonrisa del niño al verse delante de Melchor, Gaspar o Baltasar.  
Carmen Alborch lo recuerda bien. “El mejor recuerdo de estos días no fue ningún regalo sino el momento en el que con mis amigas, íbamos a entregar la carta a los Reyes Magos. “Melchor era nuestro preferido y siempre íbamos a verle en grupo, con otros padres y vecinos”.
Nuestras vidas están llenas de regalos de Reyes poco acertados, pero eso qué más da. Lo importante es la magia, el colofón a eso que llaman espíritu de la Navidad. Es uno de los pocos, quizás el único, momento mágico que queda en nuestras vidas. Al final lo importante de los Reyes Magos no son tanto los regalos como los recuerdos que guardas de ese día.

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