lunes, 9 de octubre de 2017

El amor es un pañuelo

La tradición de la mocadorà viene del S.XVIII. Nuestros abuelos se los regalaban a sus novias, nuestras abuelas, como muestra de amor. Imagináoslo: el tatarabuelo Tonet con su mocaorá  rellena de mazapanes camino de ca la abuela Vicenta, por entonces su novia. Él más cortado que un seminarista en un after hour. Ella le abre la puerta, no sabe que decir. Y él que se saca de la faltriquera el pañuelo, se lo da, a ella le dan ganas de darle un beso en la mejilla, pero no se atreve. Así es que limita a sonreír baja la mirada al suelo. Del fondo de la casa suena una voz, es la de la madre: “Visanteta, qui es?” Vicenta se quiere morir, ¿por qué le tiene que llamar Visanteta? Es Tonet, mare”; “Y qué vol”, “Res, ja se’n va!” Y le cierra la puerta en las narices. Lo que ella que hubiese querido era ir a dar un paseo cogidos de la mano, para que le viesen sus amigas y para él le atusase un poco el pelo. El abuelo Tonet se va al casino cabizbajo porque le hubiese gustado probar los mazapanes. Ella se mete en la habitación y esconde su mocadorá para que no la vea la mare y sueña con que al año siguiente, él ya haya pedido su mano y poder sentarse juntos en la cocina a comerse los higos de mazapán: “amb el llépol que és, i no li ha donat ni un”
Los tiempos han cambiado. Probablemente el novio de nuestra hija le envíe un emoticono de un pañuelo y ella se limite a contestarle con un “¡ja,ja!”. Pero la tradición continúa. Los hornos estarán llenos de mocadoràs hoy y mañana. Algún que otro marido o novio tendrá el detalle. Y muchas mujeres de la sociedad valenciana siguen viviendo la tradición. Mayrén Beneyto recuerda el primer pañuelo que le regaló su novio, “yo tenía 18 años y desde entonces nunca he dejado de recibirlo. La tradición familiar está tan arraigada en mi familia que mi abuelo Juan Beneyto dejó un dinero para que sus hijos siguieran la costumbre. Ahora voy con Ramón a elegirlos”.
Para Mayrén los pañuelos de seda son un complemento perfecto. “Tengo muchos, algunos de mi madre, pero me hizo mucha ilusión el del Colegio del Arte Mayor de la Seda. Siempre que viajo, llevo uno al cuello, si me molesta lo anudó al bolso y si hay viento lo pongo sobre la cabeza y lo anudo detrás de la nuca, como Grace Kelly”. Blanca Fitera. “Me acuerdo de ese primer pañuelo ideal que regaló a mi madre, cómo nos explicaba la costumbre y el preciosismo de los artesanos pasteleros; nunca había visto frutas más bonitas que aquellos mazapanes coloreados y mágicos. Aún ahora sigo mirándolos con admiración. El pañuelo es otro cantar: me encanta pero soy patosa para llevarlo. Mi forma preferida es aquella tan 'soigné' de anudarlo al asa del bolso; siempre pienso que los buenos pañuelos deberían verse extendidos."
"El día de Sant Donís está unido en mi memoria a aquellos primeros años en Valencia, recién llegados desde Galicia, en los que mi padre adoptó todas las tradiciones valencianas”, dice
A Encarna Roig le encantan las celebraciones como el 9 de octubre, “que generan afecto, ternura y alegría”. Ella lleva años trabajando en la moda y cree que los pañuelos transmiten gran parte de nuestra personalidad, gustos y hasta el estado de ánimo. “Suelo viajar mucho u llevo varios en mi maleta. Me encanta jugar con las mil posibilidades que ofrecen e incluso convertirlos en mi principal atuendo, con un simple nudo al cuello en forma de vestido, túnica o lazada."
Para la diseñadora Marta de Diego, el 9 de Octubre es una fiesta racial, de sentimiento puro. “Esa delicadeza del amado de llevar dulces a su amada en un pañuelo me parece un detalle exquisito.”Marta utiliza el pañuelo con mucha frecuencia, “dejándolo en movimiento para que adquiera vida propia; nunca doblándolo geométricamente, no lo recomiendo.”
Vicen Fernández celebra el 9 de octubre en familia, “siempre vemos el festival de pirotecnia con sus hijos David, Luis y Pablo”. De los pañuelos se declara fan absoluta: “Lo utilizo en el bolso y como turbante, a modo de bandana, pero como más me gusta es al cuello con una biker de cuero negra para darle un toque roquero.
La directora de Valencia Excellence, Laura Gallego, también es experta en dar mil usos al pañuelo: ”desde sujetarlo al pelo en una coleta, anudarlo al asa del bolso o convertirlo en un top: se hace un pequeño nudo en la parte central por el revés, luego se anudan los extremos superiores al cuello, los posteriores alrededor de la cintura y ¡¡listo!!”
La diseñadora de complementos María Gómez Polo también tiene un truco para ponerse el pañuelo en la cabeza: “Se coge por el borde central y se coloca sobre la altura deseada sobre la frente, se apoya la frente sobre una pared para que no se desplace y se ata detrás con un nudo doble y media lazada, de forma que un extremo quede más largo que el otro”.
“Mi recuerdo de la mocadorá es el que tengo de acompañar a mi padre a cómprasela a mi madre durante todos los años en que vivieron, entrañable para mí”.

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